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JOURNAL OF SCIENTIFIC METRICS AND EVALUATION
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Tacto pedagógico: fenomenología en la educación
desde comunidad y familia
Pedagogical Tact: Phenomenology in Education from Community and
Family Perspectives
José Rafael Abreu Fuentes1*, Reina Maribel Ponce Pastor2
1 Docente, Universidad Internacional Metropolitana de California, Estados Unidos
2 Docente. Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, El Paraíso, Honduras,
* Corresponding author email address
Cita sugerida (APA, séptima edición): Abreu Fuentes, J. R.., & Ponce Pastor, R. M. (2024). Tacto pedagógico:
fenomenología en la educación desde comunidad y familia. Journal of Scientific Metrics and Evaluation, 2(I), 49-68.
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Article
Abstract
Palabras claves: Educación,
tacto pedagógico, padres,
docente.
Historial del artículo
Recibido: 19 de febrero de 2024;
Revisado: 25 de marzo de 2024;
Aceptado: 02 de abril de 2024;
Publicado: 12 de abril de 2024
La educación actual enfrenta el desafío de humanizar el proceso formativo, integrando
comunidad, familia y escuela para evitar incongruencias y promover un desarrollo integral.
El problema radica en la falta de coordinación entre estos agentes, lo que puede resultar
en una educación punitiva y deshumanizadora. El objetivo de este artículo es analizar
cómo la comunidad, la familia y la escuela pueden colaborar para implementar un
enfoque educativo basado en el tacto pedagógico, promoviendo una educación más
humanizadora y efectiva. Se llevó a cabo una investigación filosófica hermenéutica de corte
cualitativo. Utilizando el análisis de contenido, se revisaron textos de autores clave y se
aplicó un análisis hermenéutico para interpretar los datos recopilados, identificando
patrones y temas relevantes. Los resultados revelaron que la integración efectiva de la
comunidad, la familia y la escuela, basada en el tacto pedagógico, puede fomentar un
entorno educativo más comprensivo y apoyador, mejorando tanto el desarrollo académico
como personal de los estudiantes. La conclusión más notable del artículo es que un
enfoque educativo coordinado y humanizador, que valore la integridad y el desarrollo
pleno de los individuos, puede transformar significativamente las prácticas educativas
actuales, beneficiando el crecimiento integral de los estudiantes.
Copyright ©2024 por el/los autor(es); Este trabajo está bajo una licencia Creative Commons
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Article
Abstract
Keywords: Education, pedagogical
touch, parents, teachers.
Article History
Received: February 19, 2024;
Revised: March 25, 2024;
Accepted: April 2, 2024;
Published: April 12, 2024
Current education faces the challenge of humanizing the educational process by integrating
the community, family, and school to avoid inconsistencies and promote holistic
development. The problem lies in the lack of coordination among these agents, which can
result in a punitive and dehumanizing education. The objective of this article is to analyze
how the community, family, and school can collaborate to implement an educational
approach based on pedagogical tact, promoting a more humanizing and effective
education. Qualitative hermeneutic philosophical research was conducted. Using content
analysis, key authors' texts were reviewed, and a hermeneutic analysis was applied to
interpret the collected data, identifying relevant patterns and themes. The results revealed
that the effective integration of the community, family, and school, based on pedagogical
tact, can foster a more understanding and supportive educational environment, enhancing
both the academic and personal development of students. The most notable conclusion of
the article is that a coordinated and humanizing educational approach, which values the
integrity and full development of individuals, can significantly transform current
educational practices, benefiting the integral growth of students.
Copyright ©2024 by Author(s); This work is licensed under a Creative Commons
Attribution-ShareAlike 4.0 International License. All writings published in this journal are
personal views of the authors and do not represent the views of this journal and the author's
affiliated institutions.
INTRODUCCIÓN
Refiere el autor Buscaglia (1985) que la principal tarea de la educación es humanizar, es decir,
contribuir a que cada persona se ayude a misma a ser lo que aspira en la vida y adquiera
suficiente consciencia acerca de sus potencialidades singulares. En el ámbito de la educación, este
proceso requiere la integración y coordinación de esfuerzos entre la comunidad, las familias y la
escuela para evitar incongruencias, doble moral y la pérdida de tiempo en el proceso educativo.
Este estudio se centra en el concepto de tacto pedagógico, definido como la prudencia necesaria
para tratar y educar a niños y adolescentes respetando su dignidad y etapa de desarrollo (van
Manen, 2010; Bernal et al., 2023).
El concepto de tacto pedagógico ha sido ampliamente estudiado por varios autores. Van
Manen (2010) lo define como una forma de ser y actuar tanto en la vida diaria como en la
práctica educativa, basado en una filosofía humanista, fenomenológica y existencialista. Buscaglia
(1985) destaca la importancia de las interacciones positivas en el aula para promover el desarrollo
integral de los estudiantes.
El presente trabajo se enmarca en el campo de la educación, específicamente en el estudio de
la pedagogía y la psicología educativa. Se investiga cómo la falta de coordinación y coherencia
entre los diferentes agentes educativos (padres, maestros y comunidad) impacta negativamente en
la formación de los niños y adolescentes. Este problema se manifiesta en una tendencia a
enfocarse en los aspectos negativos del comportamiento infantil y adolescente, lo cual puede
resultar en una educación punitiva y deshumanizadora (Paccaud et al., 2021; Finning et al., 2019).
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Según Ojala et al. (2022), el tacto pedagógico se manifiesta en la percepción, acción e
interacción patética, apoyando la autonomía, competencia y relación de los estudiantes en
situaciones de aprendizaje de arte y manualidades. Mientras Sipman et al. (2019) destacan que el
tacto pedagógico puede considerarse una manifestación de la intuición de los maestros, esencial
para manejar adecuadamente las situaciones complejas en el aula.
El tacto pedagógico es fundamental para manejar de manera efectiva y humana las
situaciones educativas, apoyando tanto el desarrollo académico como personal de los estudiantes.
La formación y desarrollo profesional de los educadores deben incluir enfoques que promuevan
esta capacidad.
Sin embargo, la mayoría de estos estudios se centran en el rol del maestro en el aula, dejando
un vacío temático respecto a la integración de la comunidad y la familia como contextos
esenciales de la praxis educativa. A pesar de la relevancia de promover ambientes escolares
favorables, existe una falta de estudios que profundicen en la aplicación y efectividad de
estrategias lúdico-pedagógicas para fortalecer la convivencia en las escuelas (Martínez-Burbano et
al., 2022). Esta brecha temática sugiere la necesidad de investigar cómo estas estrategias pueden
contribuir al mejoramiento de la convivencia en el entorno escolar.
De manera similar, a pesar de la importancia de la participación de las familias en la
educación intercultural, hay poca investigación que aborde de manera específica cómo las familias
pueden involucrarse de manera efectiva en este contexto (Morales Saavedra et al., 2022). Este
vacío temático destaca la necesidad de explorar cómo las familias pueden contribuir de manera
significativa a la educación intercultural y cómo se pueden fortalecer los lazos entre la familia, la
escuela y la comunidad en este ámbito.
Por otro lado, se le ha dado la importancia del liderazgo inclusivo en el ámbito escolar, sin
embargo, existe una falta de estudios que exploren a fondo cómo las prácticas de los directores
escolares son percibidas por las familias y cómo estas percepciones pueden impactar en la
relación entre la escuela y las familias (Gómez-Hurtado et al., 2023; Roman-Acosta et al., 2023).
Este vacío temático resalta la necesidad de investigar más a fondo cómo se puede fortalecer el
liderazgo inclusivo para mejorar la relación entre las escuelas y las familias.
En este orden de ideas, Osorio Arrieta (2024) aborda la importancia de fortalecer las
relaciones entre madres/padres, estudiantes y docentes-escuela, lo cual respalda la idea de
integración y coordinación de esfuerzos entre la comunidad, las familias y la escuela en el proceso
educativo. En la misma línea, Feliu y Besson (2018) exploran la importancia de fortalecer las
relaciones entre estos actores clave en el ámbito educativo, lo cual respalda la necesidad de evitar
incongruencias y doble moral en el proceso educativo.
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Este estudio se alinea con estas necesidades de investigación al llenar un vacío significativo
en la literatura existente. Explora cómo la interacción entre la comunidad, la familia y la escuela
puede contribuir a una educación más integral y humanizadora. La novedad de este trabajo radica
en la inclusión de estos contextos como ámbitos existenciales fenomenológicos, ofreciendo una
perspectiva holística y coordinada para el desarrollo del tacto pedagógico. Así, se propone
investigar cómo la colaboración efectiva entre estos agentes educativos puede implementar un
enfoque educativo basado en el tacto pedagógico, promoviendo una educación más
humanizadora y efectiva.
La justificación de este estudio se basa en la necesidad de promover un enfoque educativo
que valore la integridad y el desarrollo pleno de los individuos desde una perspectiva holística.
Integrar la comunidad y la familia en el proceso educativo puede fomentar un ambiente más
comprensivo y apoyador, favoreciendo el crecimiento personal y académico de los estudiantes.
Este enfoque no solo enriquece la práctica pedagógica, sino que también tiene el potencial de
transformar la educación en un proceso verdaderamente humanizador.
La relevancia de este documento es doble: por un lado, proporciona una base teórica y
práctica para entender el concepto de tacto pedagógico en un contexto más amplio que incluye la
comunidad y la familia; por otro lado, ofrece recomendaciones concretas para educadores y
padres sobre cómo desarrollar y aplicar el tacto pedagógico en su práctica diaria. Según McGinnis
(1990), la interacción adecuada entre maestros y estudiantes puede tener un impacto significativo
en el comportamiento y el desarrollo de los niños, demostrando que el refuerzo positivo es más
efectivo que la reprimenda constante.
La pregunta central que se plantea este estudio es: ¿Cómo pueden la comunidad, la familia y
la escuela colaborar de manera efectiva para implementar el tacto pedagógico y promover una
educación más humanizadora? Esta pregunta surge de la observación de que, a menudo, los
esfuerzos educativos se fragmentan y se concentran en aspectos negativos del comportamiento
infantil, en lugar de fomentar una educación que valore la integridad y el desarrollo pleno de los
estudiantes. Abordar esta pregunta implica explorar estrategias de colaboración y prácticas
pedagógicas que integren a todos los agentes educativos en un esfuerzo coordinado y coherente.
En este sentido, el objetivo de este estudio es analizar cómo la comunidad, la familia y la
escuela pueden colaborar para implementar un enfoque educativo basado en el tacto pedagógico,
promoviendo una educación más humanizadora y efectiva. Se espera que los hallazgos de este
estudio contribuyan a mejorar las prácticas educativas y a fomentar un entorno más favorable
para el desarrollo integral de los estudiantes.
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MÉTODO
La investigación filosófica hermenéutica de corte cualitativo, como la que se presenta, se
erige como una herramienta fundamental para desentrañar los hilos que tejen la realidad. La
hermenéutica, especialmente desde la perspectiva de Gadamer, destaca la interpretación histórica
y la fusión de horizontes, permitiendo una comprensión dinámica de textos y realidades históricas
(Ningning, 2008), mientras que Ricoeur resalta la relación entre epistemología y ontología,
enfatizando el círculo hermenéutico para una comprensión profunda de los textos (Geanellos,
2000).
Este enfoque cualitativo se convierte en un pilar fundamental para el análisis interpretativo
de textos. Desde el mismo instante en que se plantea el problema, se pone a disposición un
arsenal de herramientas que permiten delimitar con precisión el objeto de estudio, las categorías
que lo componen, las fuentes que lo nutren, las técnicas que lo exploran y los instrumentos que
guían la investigación documental.
Por otro lado, la metodología hermenéutica-dialéctica de Habermas combina la
interpretación hermenéutica con una aplicación crítica de la dialéctica, permitiendo descubrir
inconsistencias en los datos cualitativos (Quintana y Hermida et al., 2019). En el ámbito
educativo, la hermenéutica crítica facilita una reflexión filosófica sobre la comprensión de textos
interculturales, promoviendo nuevas perspectivas teóricas (Mul, 2003), y en el análisis de textos
clásicos, esta metodología permite una comprensión profunda de las dimensiones esenciales de la
realidad humana, revelando nuevos significados a través de una lectura flexible y repetida
(Koskinen & Lindström, 2013).
Estrategia de investigación
La estrategia de esta investigación documental se centra en el análisis de contenido,
soportado en la revisión bibliográfica de fuentes directas y secundarias. En consecuencia, los
textos de autores como van Manen (2010), Morente (1996), Buscaglia (1985), Gavilán (2010),
Savater (2007) y McGinnis (1990) sustentaron teóricamente la investigación.
La metodología hermenéutica-dialéctica de Habermas combina la interpretación
hermenéutica con una aplicación crítica de la dialéctica, permitiendo descubrir inconsistencias en
los datos cualitativos, ya que la combinación de métodos cualitativos y cuantitativos en el análisis
hermenéutico revela la unicidad en la comprensión de textos mediante el análisis de datos
categóricos (Chang, 2022).
Aplicación en el ámbito educativo
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En el ámbito educativo, la hermenéutica crítica facilita una reflexión filosófica sobre la
comprensión de textos interculturales, promoviendo nuevas perspectivas teóricas (Mul, 2011).
Asimismo, en el análisis de textos clásicos, esta metodología permite una comprensión profunda
de las dimensiones esenciales de la realidad humana, revelando nuevos significados a través de
una lectura flexible y repetida (Koskinen & Lindström, 2013).
Procedimiento
1. Fase de preparación: Se realizó una revisión exhaustiva de la literatura para desarrollar
una base teórica sólida sobre el tacto pedagógico. A continuación, se seleccionaron los
textos y autores clave para el análisis.
2. Recolección y análisis de datos: La recolección de datos se llevó a cabo mediante el
análisis de contenido de las obras seleccionadas. Este análisis incluyó la identificación de
patrones, temas y estructuras de sentido relevantes para el tacto pedagógico.
3. Análisis hermenéutico: Se aplicó un análisis hermenéutico para interpretar los datos
recolectados. Este análisis se realizó en varias etapas: lectura inicial y codificación,
identificación de temas, revisión de temas y definición de temas.
4. Validación de resultados: Para asegurar la validez y fiabilidad de los resultados, se
emplearon técnicas de triangulación de datos y se revisaron las interpretaciones y
conclusiones preliminares.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Concepciones de lo que es el tacto pedagógico
En ese trajinar requieren tacto para tratar con ellos en un marco digno, alegre, y empático
que contribuya con el desarrollo racio-emocional. No es una actitud nueva, si recordamos el tacto
pedagógico es algo muy viejo. De acuerdo con van Manen (2010) es un modo de ser y actuar
tanto en la vida diaria, la familia como en la escuela. Es, si se quiere, un modo de vida, una
filosofía humanista, existencialista, fenomenológica, porque se basa en la idea de ayudar a otros a
que puedan hacerlo por mismos, para evitar el apego o el culto a la personalidad del maestro.
Expresa Morente (1996);
La educación puede concebirse según dos distintas finalidades: una (...) formalista y otra
(...) vital (...) La educación formalista se propone única, exclusivamente, la realización de
los valores. Para ella, la vida del hombre -y del niño- debe plegarse, doblegarse,
acomodarse a las formas ideales que la razón diseña. (...) Aspira a hacer hombres justos,
buenos ciudadanos, hombres religiosos; pero no por los hombres, sino por la justicia, la
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ciudadanía y la religión. (...) La educación verdaderamente tal, puesto que es una
actividad práctica y vital, se orienta hacia la realidad de las almas jóvenes, no para que
luzcan los valores, sino para que por los valores luzca y brille el hombre mismo. (...) El
pedagogo debe servir a los intereses del Niño, de cada niño (p.208).
La cita nos indica que la Educación tienen como principal finalidad formar más y mejor en lo
humano. El acto mismo de encontrarse dos o más personas en un lugar, en acción mutua para
formarse, es lo más cercano a la transmisión de Humanidad. Ello requiere de personas alegres de
vivir, y de allí que el tacto en educación es una especie de tono mental propio de una persona que
comprende a los demás, es empática, ve al otro como un todo (Gestalt), puede comprenderlo en
sus sentimientos y no lidera empleando tipologías, clasificaciones o sarcasmos muy propios de la
cultura Latinoamericana.
Características del docente con tacto
Nos hemos encontrado con niños a los cuales sus compañeros los conocen mediante
apodos, epítetos o sobrenombres, lo cual es común en el caserío o entorno de donde proviene.
No obstante, el maestro deberá procurar disipar estos malentendidos y ayudar a romper con estas
banalidades. Un estudio reciente ha destacado la importancia de que los maestros sean
conscientes de su impacto en el desarrollo psicológico y social de los estudiantes, demostrando
que un trato justo y el fomento de interacciones positivas son esenciales para el bienestar de los
niños (Kausar et al., 2020). Por lo tanto, es crucial que los maestros intervengan activamente para
disipar apodos y sobrenombres que puedan afectar negativamente la autoestima y las relaciones
sociales de los estudiantes.
Se sitúa en una dimensión humanista del proceso de enseñanza-aprendizaje y amerita ciertos
rasgos y virtudes que deben ser adquiridos por el docente, tales como inteligencia interpretativa,
intuición moral, prudencia, sensatez y buen juicio, mesura y cautela, aceptación o receptividad del
otro, atención a la subjetividad de los niños, influencia sutil, seguridad, capacidad de improvisar,
entre otros aspectos cualitativos que demanda el ejercicio de esta sensibilidad no adquirible en un
“método”.
Por intuición, los niños son capaces de distinguir las conductas falsas o artificiales o
auténticas de los adultos, los «verdaderos» pedagogos y los «falsos» no interesados genuinamente
en ellos. Pero más que un comportamiento observable, es una forma de ser atenta a los demás.
Es reforzar lo que es bueno, no enjuiciar al otro, resaltar lo que es único o singular (aceptar al
niño todo, no solo una faceta de su personalidad, sea negativa o positiva), crear un clima positivo
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en el aula, guardar silencio cuando la situación lo amerite, hablar con la mirada, el gesto, el
ejemplo o la ilustración, entre otros (van Manen, 2010; Sifuentes, 1996).
El tacto en diversos contextos pedagógicos
La prudencia pedagógica debería empezar en las relaciones comunales, en las que transcurre
la vida del niño o el adolescente. Si no es así, entonces tendremos que mucha de la crisis de la
escuela proviene de lo externo, de lo socio-comunal reflejado en el contexto educativo. Una
comunidad más o menos sana cuida a sus niños y adolescentes mediante el ejemplo, el
alejamiento de las drogas, el alcohol, cigarrillos, y otras conductas que son frecuentemente
imitadas por los pequeños y jóvenes.
Investigaciones también han señalado que las prácticas pedagógicas deben adaptarse a los
contextos culturales para ser efectivas, considerando los comportamientos y creencias
influenciados culturalmente (Jukes, Sitabkhan, & Tibenda, 2021).
La familia, los padres, también requieren poseer tacto pedagógico. Es cierto que dicho
núcleo o cuna ha perdido en parte su poder educador, el horizonte de valores “tradicionales” que
la acompañó durante años, y que ha sido sustituido por la influencia de los medios de
comunicación y los grupos secundarios. En tal sentido, expresa Sifuentes (1996):
(…) la familia nuclear cada día se debilita más: el grupo familiar es más reducido,
limitándose a veces sólo a tres miembros (padre, madre, hijo) que no tienen nexos con
otros familiares cercanos o amigos íntimos, que en el pasado sirvieron de consultores
familiares. Igualmente, la información y el apoyo que anteriormente suministraba el
círculo externo de la familia y la institución religiosa hoy es menos accesible (p. 148.
Algunas familias en diferentes latitudes del mundo, se han ido reduciendo a causa de la crisis
socioeconómica, de manera que con frecuencia el padre esausente, la madre necesita salir a
trabajar y los niños menores quedan en manos de la mayorcita de la casa, o el de los vecinos
durante jornadas largas. Aun así, por la Psicología del Desarrollo sabemos que la influencia que
tienen los padres en el destino futuro de los hijos: el carácter, la forma en que reaccionarán ante
otras personas, o adoptar conductas inconscientes autodestructivas de su autoestima y su
proyecto vital. No soy bueno, no sirvo para nada, entre otras frases, son algunas de las autosugestiones
que se internalizan en muchos hogares donde faltan los padres (van Manen, 2010).
Por ejemplo, un estudio sobre los hijos de migrantes en México encontró que la migración
de los padres, particularmente de la madre, impacta negativamente en el rendimiento escolar de
los hijos, ya que estos deben asumir responsabilidades adicionales en el hogar, lo que interfiere
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con su educación (Fiore, 2020). Otro estudio señaló que la ausencia prolongada de los padres
puede llevar a una menor salud mental y menor desempeño académico en los niños, destacando
la necesidad de intervenciones que fortalezcan el apoyo comunitario y familiar para mitigar estos
efectos (Mao et al., 2020). Por lo tanto, es crucial entender y abordar los efectos de la ausencia
parental para asegurar el bienestar y desarrollo óptimo de los niños en contextos vulnerables.
Incluso cuando estas figuras están presentes en el hogar, suelen ocurrir comportamientos
inapropiados que dañan la formación de la personalidad de los adolescentes. Según Climent y
Guerrero (1990) encontramos varias actitudes en los padres: el que tiene un discurso repetitivo de
mensajes y acusaciones contra su hijo; el autobiográfico que se presenta como el ejemplo perfecto
que el muchacho debe seguir; el autoritario que siempre ordena reprimir los sentimientos porque
“los hombres no lloran”; el futurista que le presagia de modo sombrío lo que le va a pasar.
Otro tipo de progenitores es el moralista que, en lugar de atender el problema emocional de
su hijo, sólo se refiere a lo que el adolescente debe hacer y no hace. Por lo general anda ocupado
ante la televisión o los periódicos, trabajando o charlando por celular.
Asimismo, encontramos el padre psicoanalítico que se cree un psicoterapeuta capaz de leer
la mente del muchacho o niño, diagnosticarlo y predecir lo que presuntamente le ocurrirá si no
mantiene los consejos; también es posible encontrar el sabio infalible cuyas máximas,
recomendaciones, refranes y demás son casi órdenes, pues no acepta desacuerdos (que un menor
le lleve la contraria) y considera tanto el número de años que ha vivido como un libro de bolsillo
comprado en algún quiosco, como materiales suficientes para no creerse equivocado.
Encontramos también los que actúan como acusadores implacables que no aceptan ninguna
excusa ni disculpas porque suponen que las culpas recaen en sus pupilos; luego tenemos el
humillante que critica a sus hijos sin piedad y recurre al sarcasmo o la crueldad para dominarlo; el
consolador indiferente que elude los problemas de sus muchachos mediante una palmadita en sus
espaldas: no llores más”. No faltan los que comparan constantemente a unos con otros
(incluyendo a los hijos de los vecinos). Con ello busca que el desviado se vea en el espejo de los
que, según él, son “buenos”, de modo que los imite en lugar de estar haciendo el papel de oveja
negra (Gavilán, 2010).
Por cierto, que, estas conductas o actitudes comparativas son comunes o frecuentes en un
pueblo como el venezolano muy inclinado a la pugna, el combate, la controversia estéril, los
juegos de boxeo, gallos, lucha, y la cinematografía de carácter violento que viene de Hollywood.
Por su parte, Climent y Guerrero (1990) se refieren al padre (o madre) interrogador obsesivo
que acosa al joven con preguntas inquisidoras: “¿qué estabas haciendo hoy? ¿Con quién?
¿Adónde fueron?” Si es un maestro, no pregunta “¿Q paso en el aula?sino “¿quién fue?
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porque siempre está buscando culpables (por algo lleva la episteme cristiana en su cultura, en la
cual alguien tiene que pagar la manzana). En todo caso, hay que reconocer que no hay
Universidades para graduarse de padres y que la sociedad con sus horarios de trabajo y demás no
deja tiempos para hacer el papel que les corresponde en el hogar (Urra, 2006).
Lo difícil de la praxis educativa
Se reconoce que no se ha referido una tipología exhaustiva, pero las modalidades
mencionadas sirven para tener una idea de los comportamientos neuróticos con los cuales
podemos encontrarnos en la comunidad, la familia, y hasta la escuela. Esta es, después del hogar y
la comunidad, el ámbito en el cual el niño o adolescente tendrá que pasar una parte relevante de
su tiempo en los primeros años de desarrollo a fin de recibir parte de la cultura general requerida
para incorporarse a la vida social. Pero tal recinto no está exento de los defectos o inconvenientes
psicosociales antes mencionados.
En tal sentido, expresa Sifuentes (1996:16): “En la escuela actual existe una serie de factores
que tienen un efecto negativo sobre el concepto de sí mismo y los sentimientos de autoestima”.
Entre esos factores ya vimos antes que se cuentan la personalidad del maestro, su talante, el tacto
pedagógico, el estatismo de los contenidos, la desvinculación entre el acontecer del aula y la vida
familiar (Carvajal, 2000).
Puede añadirse, el afán de contar a los niños o jóvenes como simples números, los
condicionamientos que buscan adoctrinarlos para que obedezcan a las necesidades del Estado
omnipotente, el apagamiento del espíritu creativo, crítico o de originalidad (Freire,2010). Es por
demás interesante lo que nos relata Saint-Exupéry (1998) en el cuento El Principito, acerca de un
niño al que le gustaba dibujar, pero la falta de tacto de los adultos truncó su entusiasmo:
Las personas mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes boas, ya fueran
abiertas o cerradas, y poner más interés en la geografía, la historia, el cálculo y la
gramática. Fue así como a la edad de seis años abandoné una magnífica carrera de
pintor. Había quedado desilusionado por el fracaso de mis dibujos número 1 y número
2. Las personas mayores son incapaces de comprender nada por solas y es muy
fastidioso para los niños tener que darle una y otra vez explicaciones (p. 8).
Este tipo de frustración suele ocurrir también en nuestro sistema educativo, en el cual el afán
por preparar la mano de obra “barata” que requiere el capital, lleva a considerar como de menor
valor ciertos oficios o profesiones como los del ámbito de la Pintura o el Dibujo, la Música,
como resultado de que se presupone que en ellas el sujeto gana menos dinero. Sin embargo,
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muchos niños presentan inclinación hacia el arte, y el tacto del maestro debe ser fino, para
canalizar esas tendencias hasta donde sea posible.
Por supuesto, hay que esperar hasta que en verdad se conozca a ciencia cierta la verdadera
vocación del muchacho por lo menos ya en el Bachillerato. Entonces, podría aconsejarse a sus
padres, que lo inscriban en alguna Escuela o Instituto de Arte o de Música para que no pierda el
tiempo, sino que se dedique profesionalmente.
Un niño artista de la Manga japonesa
Cierta vez tuvimos en 6to. Grado a un niño muy entregado al dibujo. El joven de
aproximadamente 12 años ocupaba todo el tiempo de la clase representando a un héroe de las
“mangas” o historietas animadas que se presentaba en la televisión. Un día lo interrogamos para
saber un tanto más sobre esa tendencia que lo alejaba completamente del resto de las asignaturas,
en las que iba muy mal. Nos explicó que, desde los cinco años de edad, su madre lo dejaba ante
el aparato mientras salía a trabajar desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde.
Indicó que al principio representaba al héroe con unos trazos muy sencillos, con un óvalo
para el rostro y unas pocas rectas para brazos y piernas, lo cual es común en esa fase óculo-
manual del dibujo de un infante de su edad, pero luego fue perfeccionándolo la imagen a medida
que crecía y entendía un poco más acerca del asunto. Nos intrigaba también que no le atraían
ninguno de los demás héroes americanos, no porque seamos fanáticos de ellos, sino porque son
muy conocidos en Latinoamérica. Su respuesta fue la siguiente (parafraseo):
Me gusta más Okún porque cuando él lucha, se le rompe la camisa, sufre heridas y
sangra…en cambio a los héroes americanos no…siempre se mantienen enteros. Veo
que aquel es más realista, se parece más a lo que uno ve en la realidad (entrevista, 2015).
Nos consternó momentáneamente esa respuesta y al ver la serie efectivamente notamos que
en la boca del héroe de la manda podía verse a veces un hilo de sangre, ropas rasgadas, y
raspaduras en el rostro. Sencillamente, el niño dibujante observaba ese realismo y lo reproducía
en sus obras sencillas. Era el artista del aula, pero no iba bien en sus estudios regulares, y había
que hacer algo para ayudarlo con tacto, sin herir sus sentimientos o pasión por sus dibujos.
Conversamos privadamente con él, alabamos sus obras, le pedimos unas muestras, y le sugerimos
que era necesario por lo menos obtener su certificado de Primaria para inscribirse en la Escuela
de Artes Plásticas de la ciudad, y dar rienda suelta a su entretenimiento. Pensamos también que
podía ser una especie de condicionamiento que probablemente en un momento dado del
desarrollo podría cambiar.
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El joven todavía no salía de su faceta infantil, repetía siempre las mismas figuras, sentía que
lo admiraban las niñas, y ello reforzaba todavía más sus ímpetus, pero también comprendíamos
que su actitud podía cambiar, a pesar de que por los momentos rechazaba las lecciones de Artes
Plásticas, por más que el maestro le mostraba que valía la pena conocer las técnicas del dibujo
con los lápices, la tinta china, acuarelas, u otras empleadas por artistas clásicos como Miguel
Ángel, Ingres, Degas, entre otros. Permanecía en su mundo construido desde la niñez a causa de
una madre que pensó en divertirlo hasta que regresase del trabajo. Aquello parecía una especie de
fijación en la cual nosotros no entraremos. Aun así, siempre será preferible el tacto pedagógico, la
paciencia, la espera, hasta que le pase toda esa “fiebre” y retorne al mundo real.
Cuando es necesario guardar el honor del estudiante
El docente que posee prudencia y un lenguaje emocionalmente correcto (LEC), según
Gavilán (2010) sabrá cuándo debe contener sus intervenciones y esperar un mejor momento para
hablar con el estudiante, dejar fluir los acontecimientos, «no darse cuenta», retroceder un paso,
prestar atención o suspenderla. De manera que habrá situaciones en las cuales lo más indicado es
actuar de manera inmediata y directa. No siempre, por ejemplo, es posible contenerse: dos niños
o niñas que emprenden una pelea en el aula tendrán que ser separados y colocados en diferentes
lugares hasta que se calmen.
Otras veces el educador necesitará de tacto para no violar la intimidad de los niños
divulgando rasgos de su personalidad que puedan afectarlo, así como a sus padres. Ello ocurre en
los casos de elaborar informes de rendimiento. Veamos las recomendaciones que nos ofrece
Vidal (2005):
Intente en la medida de lo posible convencer a la persona sobre la cual desea revelar
información de que la comunicación le producirá más beneficios que perjuicios, y luego
solicite su autorización. No divulgue jamás datos personales acerca de un alumno a un
grupo de profesores si sólo una parte de ellos se ocupa directamente de ese alumno. Al
solicitar asesoramiento acerca de la actitud más conveniente frente a sus alumnos y los
problemas que suscitan, exponga y discuta la situación sin identificar a las personas si es
posible. Asegúrese de que los comentarios personales que deben figurar en archivos
permanentes se apoyan en datos y no son únicamente acusaciones basadas en
sospechas. Por ejemplo: “Aparentemente reúne muchos lápices, cuadernos y chucherías;
es evidente que muestra tendencia a robar”. En este caso se trata de una acusación sin
fundamento y constituye un juicio de valor que debería evitarse (p.698).
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La cita nos indica con precisión la necesidad de salvaguardar la dignidad del niño y el
adolescente a la hora de comunicar información sobre su rendimiento y comportamiento. Sin
embargo, esto no es lo que suele ocurrir en nuestras instituciones latinoamericanas, sino que más
bien se los etiqueta y advierte a la persona lo “malcriado y terrible” que son determinados
estudiantes. Parece que nos agrada más practicar una especie de sadismo por el cual descargamos
nuestros resentimientos hacia los estudiantes que nos hicieron la “vida imposible” en el aula.
Incluso, ocurre que a esos estudiantes “mala conducta” se les pude llegar a negar la inscripción en
los planteles que ya están avisados sobre el caso. Sigamos analizando los que nos indica el autor
antes nombrado:
Cuando comunique información personal referida a uno de sus alumnos a alguien ajeno
a la escuela, como un investigador, un asistente social, un inspector o un animador
cultural, asegúrese de que cuenta con la autorización por escrito de sus padres, y en ciertos
casos también del estudiante. Asegúrese de explicar la naturaleza y finalidad de la
declaración al solicitar la autorización. Al tratar de un alumno determinado en una carta
de referencia o conversación con un asesor asegúrese de que todo comentario es
razonablemente objetivo y puede respaldarse con ejemplos de conducta. Haga lo posible
para que el personal docente de su escuela discuta y formule una normativa explícita
para la protección de las confidencias y datos de archivo de sus alumnos, caso de no
existir tal normativa (Ob.cit., p.698).
Estas indicaciones permiten establecer normativas que impidan la violación de los Derechos
del niño mediante la divulgación de datos o informaciones confidenciales sobre los cursantes no
se implementa en muchos institutos educativos. Incluso, algunos docentes cometen la
imprudencia de describir cuán deficiente es el estudiante, delante del propio niño, lo cual es una
falta de tacto. Como bien expresábamos al comienzo, parece que la Educación se muestra más
interesada en encontrar todo lo “negativo” que albergan los niños, sin considerar que son
personas que están en una fase de desarrollo, y por tanto, ameritan la atención, el cuidado, amor,
comprensión, de los adultos significativos del proceso pedagógico.
La toma de decisiones es una tarea difícil
De modo que el tacto marca la pauta en el momento de retirarse si es posible, pero estar
disponible cuando sea necesario. Al suspender el juicio momentáneamente o replegarse, el
maestro orientador brinda el espacio suficiente para que el joven se involucre o responsabilice en
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la toma de decisiones para resolver el problema. Ello es preferible a que la solución sea externa,
muchas veces, pues su mente tendrá tendencia a mantener la congruencia con su resolución: dos
niños que hallan reñido en el aula, por ejemplo, y el caso es atendido por el maestro, éste debe
tener la suficiente paciencia y ayudar a los implicados a que ellos mismos encuentren la solución
al conflicto, sea disculpándose mutuamente, incluso dándose la mano, abrazándose, u otro.
En estos casos de rencillas entre niños, ocurre que muchas veces se citan a los representantes
para el día siguiente, cuando ya los pequeños durante el recreo volvieron a las paces y andan más
amistosos que nunca. Recordemos que los infantes no tienen los mismos resentimientos que
nosotros los adultos, ni guardan rencores, y resultan fáciles de volver a entablar relaciones.
En cambio, hay familiares completos desavenidas durante años por cosas intrascendentes o
comportamientos que nunca quieren ser perdonados, debido a la soberbia de cada una de las
partes. Así, pues, el niño debe tener libertad para acertar o cometer errores y enmendarlos por su
propia cuenta. No obstante, puede ser que requiera la ayuda del maestro, como una especie de
moderador, especialmente si el pequeño no tiene suficiente experiencia. En este caso, sería un
error y hasta un falso tacto, negarse a prestar auxilio y dejar que el asunto se complique. Por
supuesto, habrá profesores y padres a los que les va indiferente lo que hagan sus hijos o
adolescentes.
Indican Climent y Guerrero (1990):
El diálogo a nivel emocional solamente puede darse cuando ambos interlocutores se
sitúan en el plano afectivo, es decir, cuando el uno comparte las emociones del otro,
tratando de sentir lo que él siente. Además, es indispensable crear un ambiente propicio
para la comunicación, dejando a un lado las actividades que se están realizando cuando
el hijo acude con algún problema, buscando un sitio tranquilo para conversar con él y
adoptando una actitud que manifieste más allá de toda duda la voluntad de centrar en él
toda la atención y todo el interés. Es evidente que la expresión de los sentimientos no
puede darse en el breve intervalo entre dos reuniones, ni en medio de afanes, llamadas e
interrupciones, porque requiere un entorno y unas circunstancias que predispongan a la
confianza y la intimidad (p. 86).
Los padres, como se ve, deben ser comprensivos con niños y adolescentes, y entender que la
mayoría de las rencillas infantiles no tienen mayor trascendencia, y hasta llegan a ser olvidadas.
En ciertos casos “especiales” el profesor tendrá que atenderlas si se asoman al bullyng u otras
modalidades peligrosas para la seguridad del estudiante. En los últimos tiempos se viene
hablando del niño y el adolecente violento que es capaz de atacar a sus padres (Urra, 2006). En
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estos casos, dice el autor, se requiere la intervención de un equipo interdisciplinario que atienda a
la familia disfuncional y al muchacho.
Las personas no sólo se expresan oralmente mediante el lenguaje, sino también con los
gestos y miradas. Los niños tienen la propiedad de detectar rápidamente el significado de esas
modalidades. Muchas veces esas gestualidades, movimiento de los ojos, o formas de mirar hablan
más que las palabras. Hay miradas distantes, que observan y juzgan fríamente desde arriba, otras
veces es compasiva, conecta con el sentir del niño y busca la comprensión pedagógica en una
especie de diálogo silencioso.
El tacto es un ámbito fenomenológico existencialista
El ojo que sólo observa el comportamiento de los niños los convierte en objetos, mientras
que el ojo que logra establecer un contacto con ellos, hace que las relaciones personales sean
posibles. Climent y Guerrero (1990:89) indican lo siguiente: “(…) cuando se bloquean las
palabras, los sentimientos afloran de todas maneras a través de un lenguaje mudo, aunque muy
elocuente: el del silencio, los gestos, las miradas y los movimientos del cuerpo. Entonces es
importante que el maestro sepa manejar esos momentos críticos sin juzgar ni pre interpretar sino
utilizar expresiones condicionales y no afirmaciones tajantes: que todavía estás enojado con
Pedro; ya sé que no me crees; u otras (Gavilán, 2010).
Es útil recordar que la comunicación presenta muchas barreras, que pueden ser psicológicas,
físicas o culturales. Las personas que trabajan con niños o adolescentes deben conocerlas: el ruido
(barrera física) o fisiológica (un sordomudo); los prejuicios (barreras psicológicas), o los de
carácter cultural (personas que hablan otros idiomas o poseen otros modos de ser).
El corazón se abre con un poco de ayuda: con frecuencia el adolescente no halla las palabras
adecuadas para expresar sus sentimientos y entonces requiere la ayuda de los progenitores o del
profesor. En esas situaciones puede ayudárseles con preguntas abiertas que le sugieran posibles
descripciones de dichas emociones: si se trata de un hecho negativo podrían ser ¿cómo te estás
sintiendo en este momento? O mejor aún, podría ser una especie de reflejo de los sentimientos
(Sifuentes, 1996).
En diversas ocasiones, el silencio es lo mejor que se puede implementar para apuntalar el
tacto y puede aplicarse de diferentes maneras: tenemos el silencio que «habla»; como ocurre con
la «conversación silenciosa» en la cual la conversa se desplaza o las preguntas impertinentes
pueden molestar o herir. Explica van Manen (2010) que el origen etimológico de la palabra
«conversación» es «vivir juntos, asociación, compañía, conocimiento». Pero el ruido de las
palabras puede provocar que sea difícil «oír» lo que simple charla del compañero puede generar.
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Por tanto, en una buena conversación los silencios resultan tan importantes como el sonido
de las palabras que se emplean. Por tanto, el tacto conoce el poder que tiene la calma, la
serenidad, y cómo es mejor muchas veces permanecer en silencio hasta que las aguas vuelvan a su
cauce. Un niño que se encuentra en estado de cólera en el aula, por alguna causa, no será
conveniente en ese instante exhortarlo a que se calme, menos ordenárselo, cuando es preferible
esperar a que se tranquilice, brindándole algún gesto o mirada de comprensión que sabrá captar y
permitiéndole que vuelva a su puesto, llore, si ello le permite la descarga o catarsis y luego
hablarle cuando ya está sereno. Es lo mejor para recobrarse.
Se trata de una modalidad de silencio que no sólo está marcada por la suspensión del
discurso, sino que amerita la espera paciente, en el sitio, en una atmósfera o ambiente de
confianza abierta y expectante. Entretanto puede significar una aprobación confiada que no
incurre en la inmediata interrogación o puesta a prueba del humor del pequeño, un fingido
desinterés o tranquilo pasar por alto sin que resulte una negligencia, presencia discreta sin que se
note la intención de vigilar al niño.
En todo caso, no es nunca el silencio negativo que linda con el vació o la nada existencial,
como una especie de indiferencia o castigo del adulto o el del niño desafiante vengativo (Urra,
2006). Finalmente, van Manen (2010) se refiere al silencio del oído capaz de escuchar. Se trata de
una atención incondicional a los pensamientos y sensaciones de la persona joven a fin de que
exteriorice sus sentimientos sin que el docente los enjuicie, ni emita opiniones, o diagnósticos
precipitados.
Las vivencias y la comunicación
Recordemos que mucha de la existencia y sus deseos es generalmente reprimida por las
normas y las condiciones que establece la sociedad para mantener el control social. Allí entran
también las frustraciones de los sueños, ideales, y deseos de los adolescentes. Vivir en un mundo
así, es sumamente duro. Entonces la descarga de los sentimientos puede ser un modo expedito
para canalizar esas inquietudes, lo cual no significa que el educador vaya a resolverlas.
Los gestos también son parte de la comunicación, y tanto los profesores como los niños
puede leer en los rostros y en los ojos lo que creen que es importante, molesto, interesante, triste,
conmovedor, emocionante, inquietante, u otros. Es así que, a través de los ojos se conocen
inmediatamente el adulto y el niño. En cambio, ocurre que cuando el rostro dice algo, y la voz
otra, se genera una incongruencia, y los inocentes prestan más atención a los ojos que a la boca.
Ello es así porque saben por intuición que estos tienen una relación más directa con el alma que
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con las palabras proferidas verbalmente. Los buenos maestros son también como los chicos y no
olvidan lo cierto de que no es fácil engañarlos con facilidad.
CONCLUSIONES
La integración efectiva entre la comunidad, la familia y la escuela se presenta como una
necesidad imperativa para transformar el proceso educativo en uno verdaderamente
humanizador. Un maestro perspicaz leerá en el rostro de sus estudiantes, tan bien como un padre
o madre inteligentes con sus hijos. Atiende a toda la personalidad del niño, a sus gestos
corporales como expresión de su estado de humor. El tacto, como expresamos al principio,
debería empezar en la comunidad y la familia, que es donde se adquieren los primeros valores.
Este estudio ha demostrado que un enfoque coordinado y holístico, que valora la
individualidad y el desarrollo integral de los estudiantes, puede contrarrestar las tendencias
punitivas y deshumanizadoras que aún persisten en muchos contextos educativos.
La investigación reafirma que el tacto pedagógico no solo es una cualidad deseable en los
docentes, sino una práctica esencial que debe ser cultivada y promovida a nivel institucional y
comunitario. Comprende que algunos pequeños son retraídos, concentrados, y otros más
extrovertidos. Padres y maestros deben evitar los defectos comunes del acoso, la predicción, el
diagnóstico, u otras formas autoritarias o indiferentes ante los problemas que atraviesan los
infantes y adolescentes.
Los resultados indican que los docentes que practican el tacto pedagógico son capaces de
crear ambientes de aprendizaje más comprensivos y empáticos, lo que contribuye
significativamente al desarrollo emocional y académico de los estudiantes. Asimismo, la
participación activa y coordinada de las familias y la comunidad en el proceso educativo fortalece
estos efectos positivos, creando un tejido de apoyo que beneficia a todos los involucrados.
En consecuencia, es imperioso que las políticas educativas y las prácticas pedagógicas se
reorienten hacia un modelo que promueva la integración y la colaboración entre los diferentes
agentes educativos. Para eso, padres, maestros y demás actores significativos del desarrollo
infantil y adolescente deben, como indica Gavilán (2010: 53), “(…) evitar, pues, el empleo de las
palabras 'jamás', 'siempre' o 'nunca'. Nadie es o se comporta permanentemente de una misma
manera”. Luego entender que el tacto pedagógico es parte de la humanización del acto educativo
(Savater, 2007). Solo a través de un esfuerzo concertado y comprometido podremos avanzar
hacia una educación que no solo instruya, sino que también humanice, respetando y fomentando
el desarrollo pleno de cada individuo.
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Declaración de intereses
Los autores declaran que no existe ningún conflicto de intereses, que pueda haber influido en los
resultados obtenidos o las interpretaciones propuestas.
Financiación
Los autores no recibieron financiación para el desarrollo de la presente investigación.
Contribución de autoría
Conceptualización: José Rafael Abreu Fuentes, Reina Maribel Ponce Pastor
Análisis formal: José Rafael Abreu Fuentes
Investigación: José Rafael Abreu Fuentes
Redacción borrador original: José Rafael Abreu Fuentes
Redacción revisión y edición: Reina Maribel Ponce Pastor